Juan José Arreola, un escritor autodidacta de Jalisco, nos ha legado una gran obra: “El guardagujas". Esta obra nos presenta un personaje sui generis que a través de una lúdica muy especial nos revela un sin fin de destinos, también sui generis. En general nos mete a un mundo de ficción (o mejor: un país), donde el sistema de trenes resulta casi una analogía con la vida real: no importa el destino que nos fijemos, siempre podemos acabar en cualquier otro o cargando un tren por partes para salvar un acantilado.
A través de un diálogo con un viajero “normal” se nos presenta un mundo entre Borges y Gabriel García Márquez. Un mundo descabellado donde al parecer gobierna la sinrazón, misma que funciona de maravilla en el contexto y lugar situado... El conflicto surge cuando un extraño, totalmente ajeno a los “usos y costumbres” de aquel lugar se ve atrapado en una especie de locura. ¿Cómo mantener un diálogo con un loco? Al país que fueres, haz lo que vieres. Pues eso se lo debemos a la maestría con que Arreola maneja el tono, obviamente fársico, y que nos remite a una literatura transgresora que rompe con la idea clásica del desarrollo del cuento (quiero aclarar que no es una ruptura cismática, sino un apenas un esbozo de lo que el futuro promete). No podemos decir que no se trata de un cuento; pero tampoco podemos afirmar que se sigue la estructura básica de a quiere b pero se le opone c, con personajes bien definidos y psicologías punzantes que apuntan al desarrollo de la narración a través de ellos y no por la situación; aunque el en fondo, un análisis estructural develaría que en esencia lo son. Cuesta un poco de trabajo discernir por qué el texto, a ojo de pájaro, nos muestra una superficialidad de dos mundos contrapuestos.
Es un texto que pretende ser críptico aparentemente sin ningún sentido... ¿Pero la literatura tiene algún sentido? Eagleton afirma que no y que ése es precisamente el ser de una literatura (aparte de ser reconocida en tiempo y lugar por el canon). En este cuento lo que más importa es la soltura del lenguaje que a veces no se atreve a situar, a precisar una locación definida más allá de letras capitales. Pero sin temor afirma los orígenes supuestos de una aldea que surgió gracias a la sinrazón (F).Gracias a esto el lector puede situarlo sin ningún problema en cualquier lugar en cualquier momento. Lo que no significa que exista la posibilidad de que la ficción llegue a ser realidad, no obstante la universalidad está patente: como decía al inicio, puede ser una analogía con la vida misma.
Quiero remitirme a un cuento de Borges que, aunque no tenga nada qué ver con “El Guardagujas”, se le parece en la estructura de ficción; en el pretexto para narrar un mundo inexistente, sí; pero lleno de humanidad: “Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius”. Ambos autores (grandes de la narrativa hispanoamericana) tenían una visión peculiar del mundo y una forma de retratarlo donde el lector se desconcierta; pero eso le ayuda y lo atrapa. El final de “El guardagujas”, a pesar de ser un final en el sentido estricto; en un análisis se revelará como un final abierto. Y es que, ¿cuál si no lo lúdico, sería el fin de Arreola al escribir esta ficción? Es el placer de escribir, lo lúdico por el simple gusto; salvaguardando las chabacanerías del mero divertimento de los juegos de palabras.
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A través de un diálogo con un viajero “normal” se nos presenta un mundo entre Borges y Gabriel García Márquez. Un mundo descabellado donde al parecer gobierna la sinrazón, misma que funciona de maravilla en el contexto y lugar situado... El conflicto surge cuando un extraño, totalmente ajeno a los “usos y costumbres” de aquel lugar se ve atrapado en una especie de locura. ¿Cómo mantener un diálogo con un loco? Al país que fueres, haz lo que vieres. Pues eso se lo debemos a la maestría con que Arreola maneja el tono, obviamente fársico, y que nos remite a una literatura transgresora que rompe con la idea clásica del desarrollo del cuento (quiero aclarar que no es una ruptura cismática, sino un apenas un esbozo de lo que el futuro promete). No podemos decir que no se trata de un cuento; pero tampoco podemos afirmar que se sigue la estructura básica de a quiere b pero se le opone c, con personajes bien definidos y psicologías punzantes que apuntan al desarrollo de la narración a través de ellos y no por la situación; aunque el en fondo, un análisis estructural develaría que en esencia lo son. Cuesta un poco de trabajo discernir por qué el texto, a ojo de pájaro, nos muestra una superficialidad de dos mundos contrapuestos.
Es un texto que pretende ser críptico aparentemente sin ningún sentido... ¿Pero la literatura tiene algún sentido? Eagleton afirma que no y que ése es precisamente el ser de una literatura (aparte de ser reconocida en tiempo y lugar por el canon). En este cuento lo que más importa es la soltura del lenguaje que a veces no se atreve a situar, a precisar una locación definida más allá de letras capitales. Pero sin temor afirma los orígenes supuestos de una aldea que surgió gracias a la sinrazón (F).Gracias a esto el lector puede situarlo sin ningún problema en cualquier lugar en cualquier momento. Lo que no significa que exista la posibilidad de que la ficción llegue a ser realidad, no obstante la universalidad está patente: como decía al inicio, puede ser una analogía con la vida misma.
Quiero remitirme a un cuento de Borges que, aunque no tenga nada qué ver con “El Guardagujas”, se le parece en la estructura de ficción; en el pretexto para narrar un mundo inexistente, sí; pero lleno de humanidad: “Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius”. Ambos autores (grandes de la narrativa hispanoamericana) tenían una visión peculiar del mundo y una forma de retratarlo donde el lector se desconcierta; pero eso le ayuda y lo atrapa. El final de “El guardagujas”, a pesar de ser un final en el sentido estricto; en un análisis se revelará como un final abierto. Y es que, ¿cuál si no lo lúdico, sería el fin de Arreola al escribir esta ficción? Es el placer de escribir, lo lúdico por el simple gusto; salvaguardando las chabacanerías del mero divertimento de los juegos de palabras.
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